Llevo varios días siguiendo la pista a un cristal que no es un cristal, y entre texto y texto han ido apareciendo datos curiosos que me han desvelado algunas cualidades realmente impresionantes del ÁMBAR, una resina orgánica fosilizada procedente de pinos que existieron hace millones de años.
La primera vez que tuve en mis manos un ámbar lo sentí hueco, como si le hubieran arrancado toda su esencia. Era como si en algún momento de su vida algo terrible le hubiera marcado para siempre. Hoy he descubierto historias sobre el origen de ámbar que no se alejan mucho de mis sensaciones.
Cuenta la leyenda que las gotas de ámbar son las lágrimas de las Helíades llorando eternamente a su hermano Faetón al que Zeus había arrojado al río Erídano… Hace mucho, mucho tiempo, un joven osado -Faetón – decidió desafiar a su padre – el dios del Sol – y en su loca aventura por conducir el carro de fuego de su padre, recibió el castigo de los dioses y cayó abatido a la tierra. Sus hermanas – las Helíades – le lloraron eternamente y sus lágrimas doradas se convirtieron en ámbar.
Todo el dolor, todo el lamento, quedó encapsulado en piezas doradas creadas por los propios dioses. El agua del río donde se derramaron las lágrimas y el paso de los siglos serían los encargados de sanar todas las heridas y convertir este dolor en chispas de luz y energía vital.
Existe otra leyenda de los pueblos nórdicos de Europa que relaciona el ámbar con las lágrimas de la diosa Freya, diosa de la fertilidad, el amor y la belleza. Freya estaba casada con Odur – símbolo del sol de verano – pero su esposo, de espíritu inquieto y cansado de la vida sedentaria estaba continuamente viajando. En uno de estos viajes Odur desapareció y Freya se quedó en un estado de profunda tristeza.
Durante mucho tiempo, Freya lloró amargamente su ausencia pero un día se cansó de esperar y fue en busca de su amado. El mito dice que las lágrimas que derramó durante la búsqueda se convirtieron en oro si caían en la tierra y en ámbar si se derramaban en el mar.
Es Esferas nos resulta casi imposible imaginar que después de leer estas dos historias, el ámbar se gestara como el resto de las piedras. Y aunque sólo hagamos un ejercicio de imaginación y prestemos atención exclusivamente a los mitos y leyendas, quizás podamos pensar que esa energía de dolor que originó el ámbar se convirtió con el paso de los años en energía vital, en energía de sol y de luz, para continuar adelante. Quizás, y seguimos imaginando, los dioses sabían muy bien lo que hacían, y tras las lágrimas y los momentos de oscuridad nos otorgaron esa capacidad de ver de nuevo la luz del sol para seguir con nuestra vida.
Sea cual sea la explicación mitológica del ámbar, lo cierto es que esta resina orgánica fosilizada es una especie de cápsula del tiempo, una fuente de información sobre el pasado de un valor incalculable que nos dice cómo era la vida hace millones de años.
PROPIEDADES
- El ámbar es una sustancia que siempre ha fascinado al hombre. Plinio el Viejo le atribuía poderes curativos, Galeno lo incluía como remedio de sanación y los gladiadores cosían piezas de ámbar a sus ropas porque creían que tenían poderes de protección. En algunos pueblos de la antigüedad se utilizaban colgantes de ámbar para prevenir enfermedades reumáticas y articulares.
- Mejora todas las dolencias de las vías respiratorias, así como los dolores de garganta y problemas de tiroides. Da confianza en uno mismo, fortaleciendo la voluntad. Colocado en el plexo solar nos ayudará a fortalecer la vesícula biliar, estómago y el hígado. Sus propiedades son muy regeneradoras, mejora las depresiones, aporta alegría y vitalidad, calma el estrés. Si pasamos por un momento de actividad física y mental extrema nos irradia fuerza y estabilidad.
- Tiene intensas conexiones con la Tierra. El Ámbar es un poderos sanador y aleja las enfermedades del cuerpo. Absorbe las energías negativas y las transmuta en fuerzas positivas que estimulan la auto-sanación corporal.
- En un buen aliado de los bebés y calma el malestar causado por la dentición.
BAÑO DE AGUA PROTECTOR Coloca 9 piedras de ámbar dentro de una bañera con agua caliente. Métete en la bañera hasta que se enfrie el agua. Saca las cuentas de ámbar y llévalas siempre contigo hasta el siguiente baño.